¡Cuantos días y años bajaste conmigo este
sendero!
Caminabas a mi lado, me mirabas, yo te hablaba,
notaba tu cansancio, te cogía en mis brazos,
y las dos juntas, compartíamos este universo.
Soportaste mis lágrimas, sufrimientos, mis
silencios,
dándome a cambio tu entereza, tu presencia,
tu cariño tan intenso.
¡Ten cuidado, Chica!
No te vayas a caer,
¡Ven aquí, a mi lado!
Para que te pueda proteger.
Y presurosa, tu venías,
a mi vera otra vez,
para poder las dos juntas,
terminar el sendero al atardecer.
Fuiste mi hijita querida,
donde yo volqué mi desesperación,
aquella que no arrancaba de mi pecho,
los puñales de tanto desamor.
Sentábamos, siempre en la misma roca,
tu a mi lado, mirando nuestro mar,
más al fondo, rocas negras erosionadas,
con las aguas que venían y luego se van.
Sonidos bravos, dulces a nuestros oídos,
ni la mejor sintonía, compuesta por los Maestros,
llenaban nuestro espíritu tan hambriento.
Las dos formábamos un dúo perfecto,
tu sedienta de mis caricias,
yo ansiando alcanzar lo tanto soñado.
Y aquí estoy de nuevo, sentada en el mismo
lugar,
contemplando la inmensidad del mar,
pero esta vez llorando amargamente,
deseando tenerte como siempre a mi lado,
tu ternura, tu mirada, tu consuelo.
Pero, cariño mío,
a mi lado, en Presencia, Ya no estás.
Katy Dominguez Madrid - España
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