De mis cinco sentidos a medio existir, conservo los que me unen a ti, puedo sentir hasta el último susurro,
tu respiro durmiente después que yo fui la dueña absoluta de los sueños tuyos y tú de mi cuerpo que entero te di.
La rosa que me regalaste aquella noche plateada por la luna la conservo sin el aroma que dejaste.
pues aquella aroma tan tuya ya no existe, se perdió en la bruma, escapó de mi piel, de aquella piel amante. que adherías a la tuya con locura.
Pero aún con mi ceguera te siguo mirando sin reservas, aquellos ojos, dos estrellas que buscaban lo más intimo de mi,
aquellos ojos, que de confín a confín, exploraban, y se fundían en mi belleza, belleza que yo jamás concebí.
Cinco sentidos no son necesarios para un recuerdo muy bien guardado, si al casi morir he conservado
toda tu estampa, todo tu calor, el fuego de tu amor, de tu mirar el color, que reapareces en mi gris añejado, para decirme cuánto me has amado
sin siquiera pronunciar un adiós.
Yo te miro, perfecto, vivo, escucho el ritmo de la noche que duerme, que suspira y con quejidos ya inconcientes,
me dicen que caminas sobre los hilos, ya inservibles pero fijos, porque dos amantes entre la vida y la muerte, aún en las cenizas hacen nido,
para sellar un amor que fue por siempre.
Carmen Flores Puerto Rico -
mayo/2009
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